"Ella, que presumía de su capacidad para sentir y explesarlo, 

y a él, más racional, le bastaron cinco días y un abrazo para tirar al 

suelo todo aquello de lo que ella se jactaba" 

<<Le dijeron miles de veces que era demasiado pasional, vivía y sentía todo en su máxima expresión, que cuando estaba alegre, proyectaba un brillo y aura externa que se reflejaba a metros, como cuando éramos niños. Pero también le advirtieron que tuviera cuidado en olvidar la delgada línea que la conectaba con su lado racional, ese que nos recuerda que a veces, desafortunadamente, se hace lo que es mejor y no lo que se quiere.

Pero a ella le gusta amar de verdad, porque le provoca esa sensación de alegría, de caminar sobre las nubes, de querer expresarlo con actos más que con palabras, detalles que salen del corazón y sin otro simple motivo que el de porque me caes bien, porque te quiero.

Esos dolores que tanto detesta, ella los llama, en la boca del estómago, llegaron mas pronto que tarde. No siempre recibía de vuelta esos gestos, palabras y acciones, de la forma que ella los esperaba, haciendo cuestionar toda experiencia positiva empírica. No era decepción lo que sentía, sabe que las personan no siempre actuan como le gustaría. ¿Valía, entonces, la pena sentir de corazón tan fácilmente? Porque velozmente hiere, y ella no lo podía evitar. La hicieron vulnerable. Y lloró. Una de sus mayores virtudes, se convertía en uno de sus mayores enemigos internos. 

Entonces llegó él. Él y su sonrisa tímida, él y ese minúsculo hoyuelo que aparece en su pómulo izquierdo cuando sonríe, él y la última mirada que le dedicó, erizando su piel. Provocó sus más sinceras muestras de cariño y admiración, más que cualquier otra persona, despertó un algo dentro de ella, que no era amor, simplemente... algo. Ella se perdió en él, en sus sentimientos, en un laberinto de emociones que cada día parecía levantar nuevos pasillos interminables de absoluto caos.

¡Le costaba un mundo ser pasional con la persona que más quería serlo! No encontraba las palabras adecuadas, esas que salían de la forma más natural y sin ningún problema con todos los demás, y las acciones se dilucidaban en su mente antes de llevarlas a cabo. Se paralizaba. Porque quizá él la hacía sentir más que ninguna otra persona pero exteriorizar menos que con cualquier otra. Porque con él, esos silencios que para todos los demás incomodan, adquirían el más especial significado y los prefería antes que romperlos. Se disfrutaban. 

Jamás se dio cuenta que a él no le hacían falta sus muestra de cariño, le estaba tomando el relevo, sin darle ninguna pista. Se dio por vencida y aceptó el "silencio" como repuesta. Su parte racional, entonces, le estaba pidiendo a gritos que hiciera lo que pocas veces hace, guardar sus sentimientos, y evitar, una vez más, ese dolor en la boca del estómago (Sin éxito alguno). ¡Nunca debió haberlo escuchado!

Se perdió a sí misma en ese laberinto de sentimientos por el que, sin pedir permiso alguno, se pasea cada persona que se cruza en su vida, especialmente él, dejando una huella imborrable e irrecuperable. Hay quienes alegran e ilusionan, pero otras tantas, duelen, decepcionan y entristecen.  

Ella ama de corazón, no lo puede evitar. Siente desde las vísceras y olvida que, de vez en cuando, puede acudir a su parte más racional como escudo protector. No le importa, al fin y al cabo le gusta ser así. Le gusta sentir. Él... él escuchó a su parte racional y encontró la salida a ese laberinto>>