Si tú me dices ven...

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"...lo dejo todo, pero dime ven."

Creo firmemente que esta frase expresa, como muy pocas, el amor en su estado más pasional, ese amor que ciega, que duele, que se siente y estremece cada esquina del cuerpo hasta tocarte el alma, el que te lleva por una inevitable montaña rusa de sentimientos. Y por eso me encanta. 

Hace poco vi un documental en el que analizaban dónde y en qué consiste el sex appeal. Lo más interesante (y esperanzador) fue comprobar científicamente que el "amor para toda la vida" sí existe. El estudio mostraba cómo en el cerebro de una pareja que llevaba junta cerca de 40 años, se activaban las mismas áreas que lo hacen cuando nos acabamos de enamorar. 

Supongo que fueron otros tiempos, otras formas de enamorar y enamorse, quizá más "simple", ¿más directo? Quién sabe. De lo que estoy segura apenas ha cambiado, es esa pasión que le ponemos al "te quiero", a ese amor romántico que nos lleva a hacer locuras por la sencilla razón de amar. Locuras que saben a llamadas en la madrugada en las que dejas a tu corazón y lo que siente huir por la boca en forma de las más sinceras palabras; presentaciones a mitad de la noche, a veces en un estado dudoso de sobriedad en su casa cantando canciones con letras que saben a esa persona; hacer la maleta para empezar de cero allá donde jamás habías estado o deshacerla para quedarte porque él/ella está, y con eso basta.

Soy una romántica empedernida, de esas pocas personas que hubiera creído en el amor eterno aunque un estudio científico hubiese dicho lo contrario, y creo porque lo he visto, porque se me llena el pecho de alegría cada vez que escucho locuras muy cuerdas, de éstas que te sacan una sonrisa. Este post va dedicado a ellos, a esos dementes que cada vez que les pregunto cómo pudieron hacerlo me responden con un sencillo "¿Por qué no?" y ese brillo en los ojos, a esas canciones con letras que se han convertido en más de una declaración de amor; a esa pareja que lleva junta toda la vida y aquella que creció con nosotros, o sea, los que salen desde el instituto; a ese amor de película con el poco príncipe/princesa que todos creíamos, porque cuando nos enamoramos somos tontos, pero no tanto; a Bécquer y sus poesías, al amor entre Jesse y Celine en Vienna, París y Grecia; al corazón contento de Marisol, a Los Panchos por regalarnos toda una declaración de intenciones, al plantón de Elaine, mi novia a la fuga favorita en El Graduado. En definitiva, a los que arriesgaron, y no siempre ganaron. ¡Pero sintieron!

Y si sabemos que siempre puede salir bien o mal, que no todo es fácil y perfecto, que a veces seremos correspondidos y a veces no, que, aunque amemos con toda el alma, las vísceras nunca mienten y no siempre valdrá la pena ¿a qué esperamos entonces para arriesgar? 

Yo también lo dejaría todo si me dices ven, pero dime ven.





Karen A.

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